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Los incensarios son recipientes utilizados para quemar oleorresinas aromáticas, especialmente el incienso que se emplea en celebraciones religiosas desde hace siglos. La Iglesia Católica, ya en las celebraciones durante la Alta Edad Media, usaba el sahumerio del incienso en recipientes profusamente labrados.

Desde Amén Promosant queremos ayudar a todos los creyentes a entender mejor el uso que se hace de los incensarios en los eventos religiosos, y cómo el incienso puede ayudarnos a sentirnos más cerca de Dios.

El incienso como símbolo de oración

Como nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, la oración se apoya en gestos y símbolos que ayudan a la persona a comunicarse con Dios. Por eso, las expresiones que recurren a los sentidos son bienvenidas como formas de favorecer la espiritualidad.

Cualquier mecanismo de interrelación entre las personas se apoya en gestos, acciones y expresiones. Y lo mismo ocurre en la relación con Dios. Uno de los símbolos más empleados por la Iglesia Católica es el incienso, que favorece la concentración para conectar el alma con el Creador.

La importancia del incienso en la tradición litúrgica

Ya en las religiones antiguas se quemaba incienso durante la adoración judía de Dios. El libro del Éxodo nos cuenta cómo Dios dio instrucciones al sumo sacerdote, Aarón, para que en el tabernáculo siempre hubiese una ofrenda encendida de incienso aromático.

En la liturgia hebrea, el incienso era un elemento fundamental que se usaba para purificar el altar de los sacrificios y dotar a la ofrenda de un olor agradable.

Posteriormente y durante la adoración de los Reyes al Niño recién nacido, uno de los presentes ofrecidos fue el incienso. En la anunciación de Juan El Bautista a Santa Isabel, el ángel que comunicó la noticia a Zacarías se situó a la derecha del altar del incienso.

Los usos del incienso en las celebraciones católicas

Todos hemos presenciado alguna vez la quema del incienso y cómo la iglesia se llena de su aroma característico. Pero es posible que no tengamos claro por qué se hace y qué sentido tiene este gesto. Estas son las razones por las que se usa el incensario en algunos actos.

Aromatizar el ambiente

Antiguamente, cuando la higiene de las personas dejaba mucho que desear, el incienso se empleaba para perfumar el ambiente y disimular los malos olores. Pero también se utilizaba para purificar el templo durante los sacrificios. Actualmente, estas funciones han dado paso a otras menos materiales y se pretende crear un ambiente limpio y purificado donde Dios pueda hacerse presente en la vida de los asistentes.

Crear ambiente de misterio religioso

Cuando el humo del incensario llena el espacio, se produce un ambiente turbio y enigmático que nos ayuda a recordar el misterio de la consagración. Normalmente, el incienso cubre parcialmente el Altar durante el momento de la transformación del pan y el vino, evocando la grandeza incomprensible del acto de la consagración.

Subir las oraciones al cielo

El Salmo 141 hace una comparación muy hermosa entre la elevación de las plegarias y la forma de ascender del humo del incienso: «Suba mi oración a Dios como el incienso». Así como el humo sube hasta las alturas, también las oraciones llegan a Dios durante la Santa Misa.

Llegar con la oración a todo el mundo

El humo del incienso se expande y llena todos los rincones del templo. Su uso nos recuerda que también los cristianos deben esparcir la Buena Nueva hasta llegar a todas las personas del mundo.

La Semana Santa, el momento del incienso

La Semana Santa es uno de los momentos más significativos de la religión católica. Durante estos días, el incienso se convierte en el elemento fundamental tanto de las celebraciones en el templo como de las procesiones. De hecho, se ha convertido en uno de los objetos religiosos para conventos más demandados de los últimos años de todo nuestro catálogo de artículos religiosos en el que disponemos de todo tipo de productos de orfebrería religiosa.

Utilizando los incensarios se ahuyentan los malos pensamientos y se transforma lo negativo en positivo, para que también en cada uno se produzca la transformación del espíritu.